Inicia sus versos Jaime seduciendo, sugestionando al lector.
"Imagínate... que tú y yo... Imagínatelo... en una de esas noches
memorables / de rara comunión... " Difícil escaparse a los mágicos pases
del poeta, que nos está robando la atención y el afecto. Pero
súbitamente nos golpea el autor con una indecente propuesta: te
voy a enseñar mi corazón "desnudo de cintura para abajo... " Y para
remate un insulto: "Hipócrita lector... " (Algún sobresaltado oyente acaso
haya adivinado ya que sólo está citando versos de Baudelaire.) No
temas: tú y yo nos parecemos en esto del sexo, somos como
hermanos....
Imagínate ahora que tú y yo
muy tarde ya en la noche
hablemos hombre a hombre, finalmente.
Imagínatelo,
en una de esas noches memorables:
de rara comunión, con la botella
medio vacía, los ceniceros sucios,
y después de agotado el tema de la vida.
Que te voy a enseñar un corazón,
un corazón infiel,
•desnudo de cintura para abajo,
hipócrita lector "—mon semblable", "—mon frere"!
Devoto de Afrodita Pandémica, sueña y resueña con la Venus Celeste
que le otorgue, más allá del desahogo hormonal, el dulce, tierno,
desinteresado amor que tanto necesita su corazón. Se confiesa
resbalando del uno al otro confín de la experiencia amorosa: desde la
fría soledad de la cama vacía al fatigoso maratón de diferentes
cuerpos noche a noche. Pero esos cuerpos son libros que leer en
braille de erotismo (aquí parafrasea versos de John Donne):
Porque no es la impaciencia del buscador de orgasmo
quien me tira del cuerpo hacia otros cuerpos
a ser posiblemente jóvenes:
yo persigo también el dulce amor,
el tierno amor para dormir al lado
y que alegre mi cama al despertarse,
cercano como un pájaro.
iSi yo no puedo desnudarme nunca,
si jamás he podido entrar en unos brazos
sin sentir —aunque sea nada más que un momento—
igual deslumbramiento que a los veinte años!
Para saber de amor, para aprenderle,
haber estado solo es necesario.
Y es necesario en cuatrocientas noches
Y enumera golosamente, como quien revisa un album de fotos
familiares, abundantes ocasiones de encuentro erótico. El tono es
exaltado, como un himno, y se van entreverando situaciones festivas,
como "aquel atardecer cerca del río / desnudos y riéndonos, de yedra
coronados", con otras más vulgares, como "definitivas noches en
pensiones sórdidas" y recuerdos "de bares, de pasajes desiertos, de
prostíbulos... " El amor mercenario se cita como de paso. En el
increíble poema "Contra Jaime Gil de Biedma" escribirá con saña
contra su yo maldito: "Si no fueras tan puta!".
Y por eso me alegro de haberme revolcado
sobre la arena gruesa, los dos medio vestidos,
mientras buscaba ese tendón del hombro.
Me conmueve el recuerdo de tantas ocasiones...
Aquella carretera de montaña
y los bien empleados abrazos furtivos
y el instante indefenso, de pie, tras el frenazo,
pegados a la tapia, cegados por las luces.
O aquel atardecer cerca del río
desnudos y riéndonos, de yedra coronados.
O aquel portal en Roma —en vía del Balbuino.
Y recuerdos de caras y ciudades
apenas conocidas, de cuerpos entrevistos,
de escaleras sin luz, de camarotes,
de bares, de pasajes desiertos, de prostíbulos,
y de infinitas casetas de baños,
de fosos de un castillo.
Recuerdos de vosotras, sobre todo,
oh noches en hoteles de una noche,
definitivas noches en pensiones sórdidas,
en cuartos recién fríos,
noches que devolvéis a vuestros huéspedes
un olvidado sabor a sí mismos!
La historia en cuerpo y alma, como una imagen rota,
de la "langueur gootée à ce mal d'être deux".
Sin despreciar
—alegres como fiesta entre semana—
las experiencias de promiscuidad.
Desde la seguridad de un amor dulce, continuado, libre, recíproco,
no teme Gil de Biedma la vejez ni la muerte. Aunque ya no son
jóvenes, los entregados adoradores de Afrodita Celeste, recuerdan
otros tiempos de pasión y fiebre amorosa. Y en cada roce, en cada
beso, en cada mirada, evocan un pasado de juventud y fuego.
Posiblemente se refería a "Pandémica y celeste" el poeta empresario
cuando, respondiendo a F. Campbell explicaba: "Sólo he escrito un
poema de amor en toda mi carrera literaria. Los demás son poemas
sobre la experiencia amorosa. "
Aunque sepa que nada me valdrían
trabajos de amor disperso
si no existiese el verdadero amor.
Mi amor,
íntegra imagen de mi vida,
sol de las noches mismas que le robo.
Su juventud, la mía,
—música de mi fondo—
sonríe aún en la imprecisa gracia
de cada cuerpo joven,
en cada encuentro anónimo,
iluminándolo. Dándole un alma.
Y no hay muslos hermosos
que no me hagan pensar en sus hermosos muslos
cuando nos conocimos, antes de ir a la cama.
Ni pasión de una noche de dormida
que pueda compararla
con la pasión que da el conocimiento,
los años de experiencia
de nuestro amor.
Porque en amor también
es importante el tiempo,
y dulce, de algún modo,
verificar con mano melancólica
su perceptible paso por un cuerpo
—mientras que basta un gesto familiar
en los labios,
o la ligera palpitación de un miembro,
para hacerme sentir la maravilla
de aquella gracia antigua,
fugaz como un reflejo.
Los últimos versos reflejan con emocionada lucidez todo lo
anteriormente escrito. Sobre la piel reseca del ser amado, borrosa al
pie de las cataratas, se posarán los labios dulces del poeta,
"invocando la imagen de su cuerpo / y de todos los cuerpos que una vez
amé. " Y suplica a la diosa del amor fuerza "para poder vivir / sin
belleza, sin fuerza y sin deseo... ',
para morir en paz, juntos los dos...
Se le adelantó el final antes de la vejez (falleció con sólo 60 años). Pero
llegó a alcanzar la luz definitiva en los cálidos brazos del fiel amante,
como refleja hermosamente la película de Monleón.
Sobre su piel borrosa,
cuando pasen más años y al final estemos,
quiero aplastar los labios invocando
la imagen de su cuerpo
y de todos los cuerpos que una vez amé
aunque fuese un instante, deshechos por el tiempo.
Para pedir la fuerza de poder vivir
sin belleza, sin fuerza y sin deseo,
mientras seguimos juntos
hasta morir en paz, los dos,
como dicen que mueren los que han amado mucho.
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